Consideramos que no es el verdadero espíritu de la religión, ni la correcta actitud de un religioso. Más bien una persona así debe ser de mentalidad amplia y comprensiva, como un verdadero padre o hermano. El debe tratar de comprender hasta dónde están capacitados los demás y nunca condenarlos si no pueden ir más lejos, sino más bien debe alentarlos para que se sostengan en la verdad de sus realizaciones. Como el mismo Jesús dijo: "Aún hay mucho por aprender, sino ya se los hubiese dicho..." El vió hasta dónde podía comprender su gente, y hasta allí los instruyó. En un curso cualquiera podemos apreciar que hay distintos niveles de capacitación. Unos comprenden más que otros y ellos llegarán más lejos, pero los demás no pueden ser condenados, ellos también tienen su lugar de importancia, ellos también tienen que cooperar en satisfacer otras necesidades.
Nuestro maestro espiritual Srila Prabhupad nos enseñó a respetar todas las escrituras sagradas. El explicó que todas las revelaciones de Dios, son como diferentes diccionarios donde encontraremos el significado de la palabra que buscamos, pero en unos habrá más profundidad que en otros, y cada uno satisfacerá de acuerdo a la inquietud del indagador.
Más bien es en el principiante donde con mayor facilidad veremos una tendencia al fanatismo y a sectarizarse. Por su posición neófita tiende a confundir la esencia con la forma y a darle mayor importancia a las últimas. Un religioso o devoto neófito piensa y siente que por el solo hecho de pertenecer a un credo en particular ya está salvado, sin antes analizar en profundidad hasta donde está en realidad viviendo el espíritu de la escritura divina que considera seguir.
Vemos que el espíritu de las distintas escrituras y religiones es incentivar el cultivo del amor por Dios, a quien unos llaman Yavé, otros Alá, otros Buda, Krishna o Govinda, etc.
En realidad Dios tiene infinitos nombres, pues todo en El es infinito. No importa mucho de qué manera el niño llame a su padre, lo más importante es que lo haga. No podemos condenar a alguien porque tenga un nombre para dirigirse a Dios que es distinto al nuestro. El padre no estaría feliz de ver a sus hijos peleándose por la forma en que deberían llamarlo. Lo importante es que estamos coincidiendo en algo fundamental, y esto es que debemos servirlo y amarlo. De allí surgirán las distintas denominaciones como el Cristianismo, Mahometanismo, Budismo, Vaishnavismo, etc. Cada uno representado por grandes personalidades del amor universal quienes jamás imaginaron que un día podría haber fanatismo y violencia por causa de sus enseñanzas.
Ya Jesús dijo que no todo aquél que diga: "Señor, Señor..." será salvo. Su espíritu será analizado, la intención y disposición con la cual dijo estas palabras será examinada. Lo mismo encon-tramos en el Bhagavad-Gita, donde Sri Krishna declara que el tipo de conciencia que la persona tiene en el momento de su muerte determinará su futuro nacimiento. En general la ciencia de la religión es la ciencia del espíritu, de la conciencia, donde todas las apariencias externas y formales son descartadas. El primer acercamiento a la verdad pura nos obligará a descartar lo formal y fenoménico y a entrar en el análisis metafísico, en la búsqueda de las esencias de las cosas que nos presentan, dejando de lado sus "accidentes", o las características que perciben nuestros sentidos.
Es por ello que Srila Bhaktivinod Thakur, autor de más de cien libros de la ciencia del bhakti, juez de la corte de Puri y un profundo estudioso de los filósofos occidentales y del cristianismo, nos da ya a fines de siglo pasado, su valiosa opinión de cómo debe ser un crítico genuino:
"El espíritu partidista, ese gran enemigo de la verdad, frustrará siempre el intento de la persona inquisitiva que trata de recabar la verdad de entre los trabajos religiosos de su nación, haciéndoles creer que la verdad absoluta no existe más que en su viejo libro religioso... La forma en la cual Cristo pensó de su propio Padre fue de amor absoluto, y mientras el filósofo no adopte ese modo de pensar, permanecerá siempre privado de la fe absoluta que predicó el redentor occidental. Similarmente el cristianismo tendrá que adoptar la forma de pensar que el vedantista siguió, antes de que pueda amar las conclusiones del filósofo. Así el crítico debe ser un alma comprensiva, buena, generosa, cándida, imparcial y favorablemente dispuesta..."
De hecho, cuando nuestro maestro espiritual llegó al Occidente en 1965 y algunos comenzamos a seguirlo, no consideramos que estábamos dejando nuestra antigua religión, más bien sentimos que la estábamos resucitando. Srila Prabhupad nos decía que no había venido a cambiarnos de religión, sino a enseñarnos a practicarla en forma verdadera. El llegó con un nuevo concepto, con el concepto del "sanatan dharma" o la religión eterna y esencial de nuestro ser, que es el servicio amoroso a Dios. "Esto es lo que debe enseñarnos toda religión", nos dijo Srila Prabhupad. Si alguien, por ejemplo, quiere saber medicina, no importa mucho en qué universidad autorizada hace sus estudios, lo importante es que en verdad aprenda la ciencia y cure a sus pacientes. Es raro que sepamos dónde cursó sus estudios nuestro médico, nos interesa más saber si nos puede sanar o no. De la misma manera la finalidad de la religión es despertar el amor por Dios dormido en nuestro corazón. Eso es lo que será analizado en el momento final: cuánto amor hemos desarrollado por Él.
En el mundo espiritual no hay distintas denominaciones religiosas. Ahí sólo se encuentran quienes alcanzaron amor puro e indiviso por El. Por ello, con un espíritu amplio y científico debemos buscar y enriquecernos con las distintas realizaciones espirituales fidedignas con las que Dios ha bendecido a la humanidad al revelarse graciosamente a ella ¿Cómo uno puede despreciar una revelación del Señor sólo porque se dio en otra cultura o hemisferio? Debemos ser profundos y esenciales en nuestras apreciaciones y estar dispuestos a rescatar la perla incluso de un lugar sucio.
Este espíritu de amplitud y reconciliación lo encontramos también en la iglesia católica en su declaración: "Nostra Aetate" del Concilio Vaticano Segundo donde dice: "(La Iglesia Católica) por consiguiente, exhorta a sus hijos a que con prudencia y caridad, mediante el diálogo y la colaboración con los adeptos de otras religiones, den el testimonio de la fe y la vida cristiana; y que reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socioculturales, que en las otras existen".
No podemos limitar la gracia del Señor a un solo libro, un solo pueblo, sociedad, momento histórico, ni institución religiosa. En el tiempo eterno y en la infinita creación del Señor, El siente un profundo amor por todos sus hijos y siempre trata de rescatarlos, de despertarlos de la ilusión de este mundo pasajero, y de llevarlos a la realidad de una dulce y eterna relación amorosa con El. Los Vedas dicen que este intento de salvación de parte del Señor es ilimitado. Tantas veces como hay olas en un río el Señor envía a sus hijos o representantes, o viene El mismo de acuerdo con el tiempo y la necesidad, nos dicen estas escrituras. Los Vedas han llamado "Avatara" a estas encarnaciones de la divinidad que descienden con el fin de liberarnos. "Ava" significa el que desciende, y "tara" el que nos ayuda a cruzar el oceáno de miserias. Encontramos que hay distintos tipos de avataras como los Purusa Avataras que son formas del Señor Visnu encargadas de la creación de los universos materiales, tenemos los Guna Avataras encargados de la creación, manutención y destrucción de los mismos; los Lila Avataras son encarnaciones del Señor para llevar a cabo una tarea específica o juego trascendental, los Yuga Avataras descienden en cada una de las cuatro yugas o eras por las que pasa en forma periódica cada universo, tenemos también los Saktyavesa Avataras que son almas emponderadas en forma especial por el Señor para despertar la conciencia espiritual en el corazón de sus hermanos, etc. Son muchos los tipos de Avataras del Señor mediante los cuales El manifiesta su gracia infinita y su continua preocupación por cada uno de nosotros.
De esta manera, con un espíritu abierto y sincero debemos aprender a rescatar lo mejor de cada tradición religiosa, y tomando refugio bajo la guía de un maestro autorealizado y competente, debemos estudiar la ciencia de la devoción y de la dedicación a Dios, mediante la cual podremos hacer nuestras vidas perfectas.